El año pasado, el Jyllands Posten, un diario en Dinamarca, publicó una caricatura sobre el profeta Mahoma, en la que se le representaba con una bomba como turbante, sin percatarse que con ello contribuiría a ensanchar aún más la brecha de entendimiento entre Oriente y Occidente. Pero esta vez no se trataba de conflictos políticos territoriales, o sectarios, no. El lei motif de este affaire consistió en la práctica "responsable" de la libertad de expresión. Los islamistas más radicales (que, ojo, son sólo una parte mínima de los millones de practicantes del Islam) salieron a las calles a darle rienda suelta a su furia, por lo que ellos clamaban era una ofensa imperdonable al profeta y a su religión. Los periodistas daneses, a los cuales se sumó gran parte de la opinión pública occidental, argumentaron que el ejercicio de la libertad de expresión debe ser irrestricto y constituye un pilar de la democracia, frente al oscurantismo autoritario. La pregunta, que siempre ha estado en la mesa de debate por décadas, pero que en esta ocasión dominaba las discusiones en la la agenda mediática mundial fue: ¿existen límites para la libertad de expresión?
Para nuestro deleite y salud intelectual, ya salió la versión tropicalizada, considerablemente más modesta y de proporciones más humilditas, sobre este interesante asunto. Los protagonistas son un monero mexa (quien para efectos prácticos viene casi casi siendo el representante no oficial de las voces neoliberales de América Latina), versus el "caballerote" que ocupa, muy a sus anchas y democráticamente -nadie se lo escatima-, la silla presidencial venezolana (y que pinta para permanecer ahí por un buen rato).
El martes 30, el periódico Reforma/El Norte publicó la siguiente caricatura de Paco Calderón (el "monero de la derecha", como lo llaman sus colegas del gremio):
En respuesta, el ministerio de negocios venezolano (hay que recordar que las relaciones diplomáticas entre México y Venezuela quedaron reducidas a nivel de negocios, después del retiro de su embajador que Chávez hizo hace un par de años, a consecuencia de un altercado verbal con el entonces Presidente Fox) envió una carta de protesta al diario por lo que, consideró, era "un agravio a nuestro país [Venezuela], nuestro pueblo y a nuestro presidente de la República, Hugo Chávez Frías".
El gobierno venezolano expresó en la misiva su malestar causado por la "irreverente" caricatura, y dice: "Con todo el respeto que nos merece la libertad de expresión, de la cual ustedes y nosotros somos ardientes defensores, creemos que debe, ante todo, basarse en el respeto de los valores de nuestros pueblos hermanos. Consideramos las críticas, pero pensamos y lo practicamos, deben hacerse en un marco de respeto a nuestra independencia y aún más, de nuestra soberanía como nación".
La respuesta que el caricaturista hizo a tal réplica no tiene desperdicio para efectos de enriquecer el debate:
"¡Miren quiénes hablan ahora de respeto!
Dígale a su "caballerito" Presidente que se puede quedar esperando mis disculpas".
Paco Calderón.
Dígale a su "caballerito" Presidente que se puede quedar esperando mis disculpas".
Paco Calderón.
¿Intolerancia de un lado o insolencia de otro? Ahí está el meollo del asunto (si alguien me pregunta, yo soy ferviente defensora de la libertad de expresión y caricatura-fan).
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